Bosque (Impresiones)



  

 Para nuestro inolvidable amigo Karrás, guerrero de la luz, amante de la naturaleza sin igual. Tu espada hermosa brilla en el cielo y nos inspira.

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                                                     BOSQUE

 

  El bosque callaba, porque se sabía el todo de mis sueños.
Entró primero con su aroma hondo y entrecerró mis ojos. Su aliento de nieblas, verde y serio, se acercó hasta posarse a mi lado. Los trinos de cientos de pájaros fueron llamados por el sol, que los reunía al atardecer en su regazo de fuego... A ellos...: a sus mil corazones poetas. La algarabía era absoluta; de un absoluto tan dorado que dolía. Todo vibraba.  Las alas removían las ramas como risas de niños. Yo casi flotaba, entre aromas de resina y rayos de luz, siguiendo la música como un viento ebrio. Y tan solo era blanca..., sencilla alegría, tan solo...

 Luego ocurrió el milagro diario del silencio sobre las raíces. Sólo el cárabo quedó pintando una estela de bronce en la oscuridad. Olía intensamente a estrellas. Entre las hojas soñolientas pululaban a millones. Podías guardar las que quisieras bajo los párpados. En la oscuridad se hace patente que la inmensidad habla; y las ideas se hilvanan sin fin. Eliges la que deseas y sigues su larga trenza de plata. Entonces comprendes que todo se encadena, como un río profundo que circula por todos los seres, y puedes seguirlo por las venas de las hojas hasta las estrellas.

 
  Mientras crujían mis zapatos por el suelo mullido de secretos, los árboles se alzaban más grandes y soberanos, más vivos. Notaba fuerza. Los percibía anchamente compasivos.
  Al pie de un gran abeto me dormí.
  Mi latido consumía la existencia, pacíficamente, como el fuego consume la leña.


Foto (Bosque de Irati), texto y dibujo: Maite Sánchez Romero