¡Tierra!



¡TIERRA!




Nunca he podido renunciar a las sombras rojas de la hojarasca.

Ni al beso matinal que me trae el aliento de los árboles...




El perfume del eucalipto es mi vestido. Sus altas ramas, mi voluntad.

Se abre una senda nueva. Le entrego mis pies desenraizados:

¡Tierra, tómame!

Allá un canto de petirrojo se adhiere a los troncos con toda su inocencia.
Se alza la vida, se enrosca, me siguen lianas de amor.

Trepa por mi piel el palpitar de la tierra. 

Campanillas de luz hay en mi voz...




Avanzo con los brazos abiertos, como un viento apasionado entre los árboles...
Atravieso las burbujas de colores que los pájaros lanzan al infinito: ¡Dicha!

Me hago rocío, melodía de agua, y acaricio las flores que con sus manos ocultas me buscan...




Y en mis iris se refleja el milagro de la vida. 




Y aúllo, aúllo locamente en el abrazo transparente de la lluvia:

¡Amada Tierra...!



***



Fotografías y texto: Volarela (Maite Sánchez Romero